Ya lo han hecho en algunas ocasiones. Incluso han despedido de manera irregular a trabajadores a los que han tenido que indemnizar. Cuando no controlan a alguien (es decir, cuando alguien pretende hacer su trabajo y nada más que su trabajo, atendiendo a lo básico de cualquier empleado público, que es la neutralidad política en el ejercicio de su función) entonces lo ponen en la lista de los "no afines" y cargan contra esa persona.
Trabajadores que sienten cómo el hostigamiento, maltrato o ‘mobbing’ laboral a que estos desgobernantes intentan someterlos destruye sus vidas profesional, familiar y socialmente, a veces para siempre.
Todo comienza como en el cuento de Blancanieves con una malvada madrastra que se mira en el espejo de su propia incompetencia profesional y descubre, víctima de los celos y de la envidia, que la culpable de sus males no es su propia mediocridad, sino esa blanca e inocente niña (o niño, según la ocasión) a la que maquina en secreto cómo asesinar profesionalmente. ‘Tráeme el corazón de Blancanieves en una urna’, suelen decretar los instigadores del ‘mobbing’ laboral, asignando a veces el trabajo sucio a otros que terminan convirtiéndose así en un ‘gang’ de sicarios.
El caso de la víctima es, normalmente, alguien que por efecto de su bonhomía, su carácter ingenuo, no confrontativo y bienpensante no entiende lo que le ocurre hasta que es demasiado tarde. Suelen ser trabajadores con elevadas dosis de candidez, espontaneidad, incapaces de doblez ni de calcular que en su entorno existen seres peligrosos, psicópatas organizacionales, a los que su bondad, ética, independencia o carácter moral excita el celo deprededador que procede de la secreta envidia que su mera presencia les produce, combinados con la impotencia de no poder controlarlos.
La pregunta del millón en relación a las víctimas de ‘mobbing’ no es tanto ‘qué es lo que han hecho para merecer el acoso psicológico’ sino ‘qué es lo que son y representan’ para quienes las acosan. La respuesta es siempre la misma: las víctimas del acoso laboral son o se han transformado en una amenaza. No es que vayan por ahí amenazando a nadie. Son sus capacidades profesionales (brillantez, nivel de capacitación, éxito profesional, independencia), sus valores y forma de ser (felicidad, alegría, sociabilidad, solidaridad con los demás) los que les granjean la animadversión de estos desgobernantes, demasiado mediocres para ser jefes y demasiado prepotentes para ser empleados, que sencillamente, como la madrastra del cuento, ‘no pueden soportar’ la presencia profesional de la víctima cerca de sí.
Esos seres apagados y tristes, grises y acomplejados que suelen ser los acosadores laborales se lanzan al acoso y derribo de aquéllos a los que consideran la fuente de su sufrimiento personal o potenciales amenazas de su mantenimiento salarial y de mando. Creen que el modo de conjurar su envidia y sus celos y su inferioridad es eliminar a la víctima de su lugar de trabajo, cargándose su imagen, su reputación mediante las acusaciones infundadas y falsas que en todo proceso de acoso psicológico son centrales.
En el momento crucial de la persecución de todo chivo expiatorio se inventa o fabula un crimen horrendo que supuestamente ha cometido y ello sirve para cargárselo limpiamente. Por eso, al final el ‘mobbing’ resulta ser un crimen laboral ‘perfecto’. Todos cuantos son eliminados son presentados como indignos, y todos cuantos son presentados ante la opinión pública como indignos son violentamente eliminados.
Todo comienza como en el cuento de Blancanieves con una malvada madrastra que se mira en el espejo de su propia incompetencia profesional y descubre, víctima de los celos y de la envidia, que la culpable de sus males no es su propia mediocridad, sino esa blanca e inocente niña (o niño, según la ocasión) a la que maquina en secreto cómo asesinar profesionalmente. ‘Tráeme el corazón de Blancanieves en una urna’, suelen decretar los instigadores del ‘mobbing’ laboral, asignando a veces el trabajo sucio a otros que terminan convirtiéndose así en un ‘gang’ de sicarios.
El caso de la víctima es, normalmente, alguien que por efecto de su bonhomía, su carácter ingenuo, no confrontativo y bienpensante no entiende lo que le ocurre hasta que es demasiado tarde. Suelen ser trabajadores con elevadas dosis de candidez, espontaneidad, incapaces de doblez ni de calcular que en su entorno existen seres peligrosos, psicópatas organizacionales, a los que su bondad, ética, independencia o carácter moral excita el celo deprededador que procede de la secreta envidia que su mera presencia les produce, combinados con la impotencia de no poder controlarlos.
La pregunta del millón en relación a las víctimas de ‘mobbing’ no es tanto ‘qué es lo que han hecho para merecer el acoso psicológico’ sino ‘qué es lo que son y representan’ para quienes las acosan. La respuesta es siempre la misma: las víctimas del acoso laboral son o se han transformado en una amenaza. No es que vayan por ahí amenazando a nadie. Son sus capacidades profesionales (brillantez, nivel de capacitación, éxito profesional, independencia), sus valores y forma de ser (felicidad, alegría, sociabilidad, solidaridad con los demás) los que les granjean la animadversión de estos desgobernantes, demasiado mediocres para ser jefes y demasiado prepotentes para ser empleados, que sencillamente, como la madrastra del cuento, ‘no pueden soportar’ la presencia profesional de la víctima cerca de sí.
Esos seres apagados y tristes, grises y acomplejados que suelen ser los acosadores laborales se lanzan al acoso y derribo de aquéllos a los que consideran la fuente de su sufrimiento personal o potenciales amenazas de su mantenimiento salarial y de mando. Creen que el modo de conjurar su envidia y sus celos y su inferioridad es eliminar a la víctima de su lugar de trabajo, cargándose su imagen, su reputación mediante las acusaciones infundadas y falsas que en todo proceso de acoso psicológico son centrales.
En el momento crucial de la persecución de todo chivo expiatorio se inventa o fabula un crimen horrendo que supuestamente ha cometido y ello sirve para cargárselo limpiamente. Por eso, al final el ‘mobbing’ resulta ser un crimen laboral ‘perfecto’. Todos cuantos son eliminados son presentados como indignos, y todos cuantos son presentados ante la opinión pública como indignos son violentamente eliminados.
En los últimos tiempos hemos presenciado algún caso de este tipo. Trabajador ha habido que ha sido despedido mediante una triquiñuela que la justicia ha demostrado ilegal. El acoso a que nos someten a algunas personas a través de los medios de descomunicación y desinformación que manejan tiene la misma pretensión.
Estamos en fase de selección de personal. Sabemos de algunas de sus ocultas intenciones. Estamos vigilantes y actuaremos en cuanto veamos alguna desviación del caminito correcto. A esto añadan que permanecemos vigilantes de cualquier desaguisado que conozcamos sobre trato a personal. NO SE ATREVAN. Ya no faltaría más sino que siguieran con su táctica de acoso a quienes no les rían las gracias.
POR CIERTO. ESTAMOS ELABORANDO UN LISTADO DE AQUELLOS TRABAJADORES AFINES A USTEDES QUE OBSERVEMOS QUE ESTÁN FUERA DE SU ASIGNACIÓN LABORAL EN MOMENTOS PUNTUALES, COMO, POR EJEMPLO, ASISTIENDO A PLENOS CUANDO LE NIEGAN EL MISMO DERECHO AL RESTO DE VECINOS, POR NO HACER COMPATIBLES LOS PLENOS CON LOS HORARIOS LABORALES, Y, SOBRE TODO, HACIENDO CIERTAS FUNCIONES EN SUS SARAOS PARTICULARES. ÁNDENSE CON OJO.
1 comentario:
Más claro el agua.
Nada se podrá hacer, eso ya se ve, o quizás sí..
Hagan algo esto es tortuoso,
Injusto del todo.
Inmoral.
Medriocridad absoluta.
Abuso de poder.
Ojos a quienes se encaraman.
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