Los infundios son una de esas
miserias humanas que siempre han existido, que en SJR se han usado con
profusión y que se han multiplicado con la llegada de Internet y de las redes
sociales. No obstante, hay muchas maneras de desenmascarar los infundios. Como
no voy a dedicarme a desmantelar uno a uno los infundios que ciertos personajillos,
a los que ya la gente tiene calados, largan sobre mi persona (y a veces sobre
gente de mi entorno), les dejo una claves que les servirá detectar por qué no son nada
más que infundios y por qué se niegan los ínclitos a cualquier forma de debate,
al no poder sostener lo que dicen.
Para el autor de un infundio su
víctima siempre es un presunto culpable. Para él son las víctimas las que han
de probar que el infundio, la mentira, la calumnia que es falso, y no él quien
ha de probar sus acusaciones. Esto mueve a ese desaprensivo a inventar con total
ligereza todo tipo de acusaciones sin pruebas, ni testimonios ni datos
verificables. Además, si el acusado ignora el infundio y no lo contesta, aunque
sea por no entrar al trapo, el difamador suele no tener reparos en presentar
ese silencio como prueba acusatoria. Para el autor de un infundio basta con que
una persona no se entere de que la acusan de algo para convertirla en culpable.
Los infundios son más o menos
elaborados, y además, nunca van a acompañados de datos que permitan contrastar esa
información falsa. Si incluyen algún dato se trata, por regla general, de
información que no prueba nada y que no pasa del terreno de la especulación. Es
frecuente, por ejemplo, respaldar acusaciones infundadas con ficticias
vinculaciones familiares o de otro tipo del acusado, peregrinas y tan repugnantes
que da tantas arcadas oírlas como salirle al paso. Si lo analizamos bien y no
fuera un hecho tan repulsivo, nos reiríamos porque las relaciones esgrimidas
son una grandísima estupidez.
El infundio abusa de la confianza ajena para
extenderse. A falta de pruebas, a falta de testimonios y de datos verificables,
el autor o difusor de un infundio siempre apela a expresiones como “fuentes de
toda solvencia”, o “fuentes cercanas a…” o “me lo dijo un amigo que es de fiar”
para afirmar cosas muy graves, que dañan a las personas cercanas e incluso a
los empleados públicos. Otras veces el propio autor del infundio apela a su
credibilidad como único fundamento de sus acusaciones, no admitiendo que nadie
cuestione esa credibilidad, eso sí, mientras él la utiliza para destruir el
prestigio y el buen nombre de otras personas. En este sentido, un difamador te
pedirá que te fíes a ciegas de su palabra y desconfíes sin más de la palabra
del difamado, a falta de otros fundamentos para respaldar sus infamias.
Miente, que algo queda. La vieja máxima de
Goebbels es el mejor retrato que existe del infundio, que a menudo se conforma
con sembrar la duda sobre el difamado e ir socavando poco a poco su prestigio
personal. De esa forma el acusado se convierte en sospechoso de toda acusación,
y entonces queda el terreno allanado para convertirlo en culpable. En España
tenemos una expresión más castiza y mundana para expresar esa máxima
totalitaria: “cuando el río suena es porque agua lleva”, expresión muy usada
por los difamadores para otorgar una falsa veracidad al infundio apelando a su
mera existencia, aunque sean ellos mismos los que lo han creado.
Son muy habituales los infundios
anónimos. Durante largo tiempo se han usado en SJR contra los socialistas, por lo
que sé de lo que hablo. Es lógico que sean lanzados y difundidos de forma
anónima, pues lanzar acusaciones contra alguien para dañar su buen nombre y a
sabiendas de que son falsas, y por tanto sin aportar pruebas, ni testimonios ni
datos verificables, es algo que puede hacer que el difamador acabe sentado ante
un tribunal.
Llevamos año y medio soportando
la propagación de anónimos de esta naturaleza, que impiden que el difamado tenga
la oportunidad de defenderse e impide saber el alcance de un infundio y pedir a
quienes lo lanzan y lo difunden que prueben sus acusaciones. En Internet han creado
y siguen creando perfiles falsos que lanzan acusaciones para evitar dar la
cara, como forma de cobardía extrema, y los citan los mismos que crean los
perfiles. No obstante, cuando se puede aclarar, al fin, que se trata de un
bulo, el infundio ya se ha difundido a diestra y siniestra. Menos mal que cada
día hay menos gente que se lo sigue creyendo…
El infundio se sirve también de
la divergencia en ciertos aspectos personales con el
acusado. Motivos familiares, ideológicos, religiosos o de otro tipo han sido
esgrimidos sin rubor alguno para que sean más creíbles los infundios sobre esa
persona. En sentido inverso pero en la misma línea, otros infundios apelan al
espíritu de grupo contra el enemigo inventado. Y así se acompañan los infundios
con llamadas de “A mí la Legión” para reactivar los espíritus de grupo, o
incluso se apela a supuestos agravios con una zona del municipio, para
predisponer a las otras contra ella.
Es frecuentísimo que con los infundios
apelen al morbo. Aunque sean falsos y no tengan ninguna credibilidad, muchos
infundios se extienden por el interés malsano que provocan en buena parte de la
audiencia los detalles escabrosos, habitualmente de naturaleza sexual.
Y, aviso a navegantes: Los
infundios siempre se valen de nuestras flaquezas. Esto lo pongo como conclusión
de todos los puntos anteriores, que se podrían resumir en que nos solemos creer
lo que nos queremos creer, aunque todo indique que se trata de una mentira. Si
existen los infundios y si con mucha frecuencia se difunden con tanta facilidad
es, digámoslo sin rodeos, por nuestra propia irresponsabilidad. A todos nos han
contado alguna vez chismes sobre cualquiera, y es frecuente que se los llevemos
a alguien sin pararnos a pensar el daño que hacen. Sirva esto como autocrítica
y también como llamamiento a la reflexión. Un día puedes ser tú el que lleve -a
menudo sin mala intención- un infundio sobre alguien a otra persona, pero al
día siguiente puedes ser tú la víctima de otro infundio. Párate a pensar bien
si lo que te cuentan sobre otros es cierto, sobre todo si es una acusación
grave, antes de contárselo tú a otros. Una cosa es difundir un cotillero
inofensivo, y otra mucho más grave es contribuir a difundir una infamia.
4 comentarios:
¡Cómo la comprendo! yo también soy ahora mismo tambien victima de infundios y es horrible.
por sin verguenza jajajajaj
Esperemos que ahora con el nuevo reparto de delegaciones le puedan quitar a Tomas Mesa el de la Policia Local para ver si así pueden hacerle el control diario de alcoholemia y demás sustancias como a cualquier ciudadano. A lo mejor nos llevamos muchas sorpresas y el sueldazo no le da para pagar multas. Vamos a ver acontecimientos .....
Estas personas son increíbles no saben sumar ni multiplicar pero si saben dividir. Que plaga omaleficio tendrá la villa de San Juan de la Rambla para merecernos esto. Espero que los ciudadanos en el 2015 de una vez por todas nos quitemos esta lacra.
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