sábado, 16 de febrero de 2013

EL ENTIERRO DE LA SARDINA O LA ALEGORÍA POPULAR AL NUEVO GOBIERNO


El entierro de la sardina de anoche sirvió para escenificar el divorcio entre el pueblo ramblero y las recién estrenadas autoridades municipales. Los nuevos gobernantes, en dúo acostumbran a ir ahora, sacan de la bolsa común el dinero para pretender congraciarse con sus convecinos a los que han engañado. Después de criticar duramente el haber proporcionado medios para que el fin de año no supusiera ninguna tragedia para las familias rambleras y haber garantizado estos dieciocho meses, en festejos populares, la unidad del pueblo, la nueva dirigencia, tras haber atentado gravemente contra esa unidad, pretende, en un curioso y lamentable giro a sus declaraciones de despilfarro, comprar a sus convecinos con una orquesta. Pero no cuentan con que los rambleros y las rambleras poseen armas mucho más poderosas que el dinero: la dignidad, la unión y la razón.

La palabra carnaval significa, etimológicamente, quitar la carne. Y los tenderetes festivos culminan -aunque aquí, para poder coexistir con los carnavales de otros lugares duren más, y el acto festivo por excelencia se celebre el viernes primero de cuaresma-, precisamente, con una metáfora gastronómica: el entierro de la sardina que tiene lugar el día de la ceniza, justo antes de comenzar la cuaresma, cuando hay que abstenerse de ingerir productos cárnicos. Puede parecer paradójico -incluso, incongruente- que los atribulados carnavaleros entierren una sardina, símbolo del pescado, obligatorio a partir de ese momento para los cristianos devotos y practicantes, cuando, de hecho, lo que desaparece de las dietas, precisamente desde ayer, es la carne. El contrasentido tiene, parece, una explicación histórica que es la única que he leido con visos de credibilidad. La costumbre de enterrar la sardina nació en Madrid, hace unos tres siglos. Y lo que se enterraba, en efecto y como reclama la lógica, no era un pez, sino un cerdo abierto en canal, según unos, o el costillar de un cochino, según otros, al que se llamaba "cerdina". por cierto, la explicación viene que ni al pelo de la única profesión reconocida del nuevo alcalde nominal. Otros pueblos y ciudades de todo el país adoptaron la alegoría festiva de la Villa y Corte, pero la adoptaron de oído, confundiendo los términos, de modo y manera que la cerdina acabó en sardina, convertida, por la vía de la confusión lingüística, en la protagonista multitudinaria y popularísima del carnaval.

Tomen cumplida nota quienes se intentan aprovechar de una festividad popular de décadas en SJR, como pretendieron hacer ayer los mangoneadores del ayuntamiento ramblero, de las parodias a ellos dirigidas y de la muerte, velatorio y, luego, como traca final, el entierro (cremación). Y piensen que lo de anoche es, con toda seguridad, la alegoría de lo que acontecerá en las elecciones de 2015. Con todo merecimiento, añado. Disfruten del recuerdo de lo acontecido ante su presencia en la noche de ayer y de la profecía durante estos próximos dos años.

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