“Politizar" es una palabra
relativamente nueva en castellano. No aparece en el DRAE (Diccionario de la
Real Academia Española) en la edición de 1970. Significa tres cosas: una
concentración excesiva en la política a expensas de las diversas zonas de la
realidad, una concentración excesiva en los aspectos más superficiales de la
propia política, y la primera acepción que consigna el mismo diccionario, en su
edición vigente: "Dar orientación y contenido político a acciones,
pensamientos o personas que, corrientemente, no lo tienen".
El uso primero es evidente en la
prensa, los medios y las redes. Después de una larga dictadura, en que hablar
de política estaba prohibido hasta para los políticos (es proverbial la frase
del general Franco, cuando le recomendaba a sus ministros “no se meta usted en
política”), es natural que lleve años ocupando amplios espacios de la atención
nacional. Frente a los temas políticos, casi desaparecen los que tienen que ver
con otras esferas de la vida: los problemas sociales, los temas de la salud y
la enfermedad, la ecología y la naturaleza, las cuestiones de religión y fe,
las manifestaciones del arte, las letras y el pensamiento, las finanzas y los
negocios, las iniciativas ciudadanas, la ciencia y la tecnología, las
migraciones, el mundo exterior... casi todo, salvo el deporte y la "cultura del espectáculo". Espero,
no obstante, que en un país amigo de pasar de un extremo a otro, este fenómeno sea pasajero, porque empobrece a
quienes lo ejercen y lo consumen: día a día, hay hechos ajenos a la política,
más importantes, influyentes o trascendentes que los propios hechos políticos,
por más que esté de acuerdo en que todo lo humano, de trascendencia plural, es
política. Pero estamos en donde estamos y heredamos las épocas precedentes, por
lo que, en la actualidad, en el ámbito general, pero sobre todo y de manera
cada vez más insufrible, en el ámbito local, nos encontramos que el quehacer
político se ha desviado de lo que debía ser su eje central, ocuparse de los
problemas públicos, para convertirse en un remedo de lo que la política debía
ser. Y así, los gestos, los rumores, los chismes y -sobre todo- las
declaraciones de los gobernantes de nuestro pueblo se han convertido en una
caza de la oposición, en casi un deporte
en el que se pierde el contexto social, la perspectiva histórica, la discusión
de ideas, la valoración ética, el análisis lógico. En una palabra, el estudio
de fondo -estructurado, fundamentado, estadístico, comparativo- de la política.
En esa variante de la politización, la opinión desplaza al hecho, la ocurrencia
al análisis, la política permanece en la espuma de los días, la politización se
disuelve en politiquería. Y así se convierten en reos de su propia ignorancia
política, traducida en una incontinencia verbal que confunden con declaraciones
políticas. Es decir, se hace insufrible porque sólo oímos opiniones sesgadas y
mendaces, los hechos son ocurrencias sin rigor, fundamento o proyecto y todo es
una politiquería insufrible.
Otro de los significados tiene
más interés y complejidad. Es el significado que el propio Diccionario recoge
en una segunda acepción: "Inculcar a alguien una formación o conciencia
política". Se trata de un uso positivo; por ejemplo, en el caso de una
sociedad apática o inconsciente de sus derechos. En el sentido griego del
término, politizar a la población es eliminar la posibilidad de que los
ciudadanos fueran egoístas, ya que el origen de esta palabra es griego. En
efecto, idiota es una palabra derivada del griego ἰδιώτης, idiōtēs, de ἴδιος,
idios (privado, uno mismo). Los griegos usaban el término para designar a un
ciudadano privado y egoísta que no se preocupaba de los asuntos públicos. En
este sentido, politizar a la ciudadanía es contribuir a su autonomía y madurez.
Pero el uso puede tener también una cara negativa. Ocurre cuando se da una
"orientación y contenido político a acciones, pensamientos o
personas" cuya naturaleza es, o debería ser, esencialmente ajena a la
política. Y así está pasando en este municipio. Se politizan asociaciones (a
favor o en contra, dándoles todo a unas y negándoles el pan y la sal a otras,
en función a sus adhesiones inquebrantables o no), llegando a producirse una "militarización
del asociacionismo", usando la definición sartriana sobre la cultura. Decía
Sartre que se llega a un nivel en que a un libro, una obra de arte, un
descubrimiento científico o un producto cultural de cualquier índole, no se le
juzga -si se le juzga- por su calidad o su valor intrínseco, sino por la real o
supuesta filiación política de sus creadores. Así pasó con el cuestionamiento
de la compra de una enciclopedia histórica, porque su temática era el socialismo,
haciendo posible lo que Sartre decía sobre que
si es "amigo", la obra es "buena"; si es
"enemigo", la obra es "mala" o, finalmente, no existe. Con
la "politización de todas las cosas" se pierde el sentido mismo de la
creación y el saber, y en el caso del asociacionismo, conculca el fundamental e
inexcusable valor de la independencia de las acciones y asociaciones civiles. Lo más preocupante no es que exista. Lo
preocupante es que existe en los más ignorantes de los que gobiernan, que
siempre tendrían esa excusa, o al menos su entorno esgrime la ignorancia como
excusa. Pero lo más preocupante es que
cunda en esos que excusan a sus superiores, y que proceden de medios universitarios.
Y lo preocupante es que se ha politizado, en estos últimos seis meses, esferas
de la vida cotidiana que nunca, nunca debían politizarse por su propia
naturaleza y el respeto que esa misma naturaleza merece. Con una frase antigua,
es hasta un pecado hacerlo.
Peor aún es que la politización
de todas las cosas está teniendo efectos devastadores sobre las relaciones
personales y sobre los comportamientos ciudadanos. En su tratado de la amistad,
Cicerón apunta que la política es causa fundamental de la discordia entre
amigos. En nuestro pueblo, desde hace demasiados años, con un benéfico
paréntesis de dieciocho meses, en que la concordia se produjo porque los
socialistas propiciábamos lugares de encuentro que intencionalmente no
protagonizábamos, la politización extrema (esa forma intolerante de acercarse a
la política o de practicarla) no sólo ha sembrado división entre amigos sino
entre hermanos. Familias enteras y vecinos de todos los lugares del municipio
que ahora tienen elementos de comparación por esos dieciocho meses de paz
social ausentes del encono ideológico.
Desde aquí, pues, critico la
politización de todas las cosas, lo que no significa llamar a la
despolitización. No se trata de dejar la política sólo en manos de los
políticos. Se trata de alentar la buena politización ciudadana (participativa,
matizada, informada, inteligente, alerta) y desalentar la mala politización
(ideologizada, fanática, trivial). Se trata de enriquecer la vida política
elevando la calidad del análisis político, del debate político y la crítica
política. La "politización de todas las cosas" no contribuye a ese
enriquecimiento. Paradójicamente, por la confusión intelectual que implica,
contribuye a la despolitización.
Devolvamos su riqueza y
diversidad a la participación ciudadana en nuestro pueblo. Cuando los políticos
no pretendan usurpar todas las primeras planas de todas las esferas del
municipio, cuando sean las distintas esferas de la vida ciudadana las que ocupen
alcancen las primeras planas, todos tendremos la certeza de vivir en una
sociedad mejor y los socialistas volveremos a ocupar ese lugar indispensable de
los políticos, acompañando, y no usurpando, el lugar de la ciudadanía. Pero por
ahora, no queremos entrar en ese circo creado por los advenedizos. Así no.
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