¿Cuál será la salida a la crisis?
¿Hacia dónde se moverá Venezuela?
Esto es lo que en estos momentos
convulsos no está claro. La vuelta de las viejas elites, las que perdieron la
confianza popular, mediante presiones no democráticas (no olvidemos que la
democracia está regulada, y que la máxima expresión de la democracia son las
urnas y que las urnas hablaron a favor del gobierno actual) no es la alternativa.
Pero tampoco lo es el enquistamiento del régimen actual y la deriva hacia un
mayor autoritarismo para reprimir los movimientos, que seguramente tienen
detrás intereses espúreos y extranjeros (no hay más que recordar situaciones
similares en todo el Cono Sur). Cualquiera de las dos “no soluciones”, en mi
opinión, son lesivas para los intereses del país y de la democracia. La
primera, porque en su génesis, y si Dios no lo remedia, en su desenlace, toma
la forma de golpe de mano previo al golpe de Estado, que si aún no se ha
producido es por la fidelidad del Ejército al gobierno legalmente
constituido. Esa es la no salida de la
situación actual. Y es el peligro actual. Pese a no ser santo de mi devoción,
ahí es donde creo que Capriles ha mantenido el tipo y Leopoldo y Corina se han
equivocado. No se puede llevar la movilización popular a un callejón sin salida
que provoca graves disturbios, heridos y muertos El Gobierno ha dicho que tras estas marchas
se esconde un intento de golpe de Estado, algo que la oposición ha negado al
defender su derecho a protestar. Si no es cierto lo que dice el gobierno, al
menos eso es lo que parece. El derecho a protestar violentamente sólo se gana
cuando los canales democráticos, del diálogo, la negociación y el consenso se
han agotado. Y ahí han fallado todos: el gobierno por no buscar esos canales y
la oposición por no propiciarlos. Ese es el diálogo y la altura política que
precisan los países cuando pasan por situaciones delicadas. Fue lo que pasó en
España en la Transición, lo que permitió superar el grave escollo del
terrorismo en España, y en Latinoamérica ganó para la democracia situaciones
convulsas como las del Chile y la Argentina postdictadura. Ninguna salida debe
darse fuera de la constitución, el diálogo político, la búsqueda de consensos y
la lucha por la mejoría de las condiciones del pueblo venezolano. Conseguir el
poder de cualquier manera es una irresponsabilidad para con la ciudadanía y así
lo ha manifestado Capriles, y en esto le doy la razón. Diálogo, diálogo y
diálogo para buscar una salida constitucional y pacífica a fin de evitar el
terror callejero, los muertos y los heridos. Es preciso que las partes se acerquen y que el
ejemplo lo den los líderes que, desde un lado y el otro lado, arrastran a las
masas a un enfrentamiento que hoy puede ser fatal. Venezuela no se merece esto.
No la Venezuela que fue el sueño isleño. Y que ahora está en nuestro corazón,
lacerándolo.
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