La palabra primoroso o primorosa
parece estar en desuso. Cada vez menos se procura el cuidado de la obra bien
hecha, la atención delicada al otro, la gentileza proverbial de la gente de
antes, que con primor se relacionaba con sus vecinos. Es una palabra
evangélica. Dios usa esta frase varias veces cuando da las instrucciones a
Moisés de cómo debía ser hecho todo fuera y dentro del tabernáculo que los
Israelitas habrían de construir a medida que avanzaban por el desierto: primoroso.
Primoroso, según la Real Academia Española es un adjetivo que significa: “que
se hace con delicadeza, excelencia y perfección” . Dios pedía que cada cosa que se construyera
dentro y fuera del lugar en el que Dios iba a venir a habitar con su pueblo,
debía ser hecho con delicadeza, excelencia y perfección. Así fue el café que nos sirvió hace unos días
una vecina a la que fuimos a visitar. Primoroso su recibimiento, primorosa su
casa, primoroso su patio, primorosa su charla y primoroso el rito del café,
delicado, excelente y servido con perfección. Me recordó a un amigo mío,
Manuel, cuya casa era la casa de un sabio soltero y solitario, cuya principal
ocupación en el día a día era el
ordenador y las matemáticas. Pero cuando sacaba el café, ah, cuando sacaba el
café…. Bandejas con manteles bordados, porcelana de buena calidad y un café
aromático que acompañaba la charla prolongada con los amigos. Así de primoroso
fue el servicio del café que tomamos: sendas bandejas caladas y unas tazas de
porcelana finísimas y bellas. Hay amistad, pero nos trató como si fuéramos la
visita más importante que hubiera recibido. Una perfecta anfitriona, con el
estilo y la hospitalidad que siempre caracterizó a nuestro pueblo, en casas
importantes o casas humildes. Así fuimos siempre y así somos. Al menos nuestra
anfitriona conserva esa calidad humana y esa elegancia consustancial de nuestra
gente. Nuestros calados los he visto
debajo de un jarrón, de un juego de café o conteniendo dentro de un balayo
papas arrugadas. No es cuestión de riqueza, sino de la elegancia natural que
siempre tuvimos en cualquier morada, de la más
humilde a la más aristocrática. Calados realizados por manos sabias, en
bastidores perfectamente tensados, con paños de urdimbre calculada, que realzan
cualquier objeto que se le coloque encima. Primorosa la ejecución y primoroso
el uso. Personas laboriosas a las que el hecho de producir esas joyas o tenerlas
en su ajuar y usarlas les causa el placer que tiene la obra bien hecha. Con el
ejemplo de mi amigo se demuestra que el trato, el uso de los objetos y la
producción y atenciones primorosas no es cuestión de edad, ni de clase social
ni de sexo. Personas singulares y cálidas, que son el alma de su familia, luchadoras
y justas, su conversación es tan primorosa como sus hechos. Sencillas y
vivenciales, se podría pasar uno mucho tiempo disfrutando de su conversación y
de su entorno, primoroso a su imagen y semejanza. Personas claves para un
pueblo que necesita reconocerse en aquellas actitudes que lo hicieron singular,
que lucha por ser más
amigable y recuperar el tiempo perdido, que intenta salir del bache del pasado
próximo y palpitar de nuevo con aquellas cosas que nos hicieron especiales. Decía Baltasar Gracián que los juiciosos
prefieren el asunto primoroso, aunque lo primoroso es arduo de hacer y de
entender, pero son los eminentes, los no
vulgares, los no ordinarios, los que se
distinguen y toman como modelo de vida la acción primorosa. Biblia y pensador
español no se equivocaron. Así fue nuestro pueblo antaño, así sigue siendo para
muchos, así lo queremos para todos. Gracias a mi vecina por recordarme el gusto por lo primoroso, la estética de la hospitalidad, la serenidad de la gente buena. Gracias mil.
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