Este seguramente es un escrito
sorprendente. Tan sorprendente como meditado.
Está meditado desde la reflexión como ciudadana, como docente y como
persona con larga experiencia vital. En un momento en que están a punto de
tomar decisiones en la Consejería de Educación al respecto al horario de
Religión (materia optativa, y de libre elección por los padres, y complementada
por la atención educativa a aquellos que no cursan religión) voy a constituirme
en defensora del espacio educativo de la religión. Con la libertad que me da mi
agnosticismo confesado, y el haber contemplado a la religión, dentro del
espacio educativo, con el mismo respeto que otras materias a cursar, como saben
los que han sido mis colegas. Al margen de otras consideraciones constitucionales, yo defiendo
la religión en la escuela como espacio para la formación de buenos ciudadanos.
El mensaje religioso es un mensaje (no el único, por supuesto, pero es uno más)
que incide en la formación de buenos ciudadanos, de ciudadanos con valores. Y
es precisamente la falta de valores lo que aconsejaría a que desde la escuela se
primara la educación en valores, venga del ámbito del que venga esa formación.
Cuando yo era alumna de Bachiller elemental, tendría a la sazón unos 12 años,
vino un nuevo estudiante a mi colegio. Un estudiante exótico, hindú, Narem Sirumal Panyapi, se coló entre los alumnos y
alumnas de un colegio de extrarradio, hijos de personas de clase media baja. Narem
era hijo de un comerciante de aquellos espléndidos y coloristas bazares que
iluminaron mi infancia y juventud, hoy tristemente casi desaparecidos de Santa
Cruz. Ya había cierta apertura en la educación, y se cocía la Ley General de
Educación. Y los estudiantes de otras religiones podían ejercer el derecho a
renunciar a cursar la Religión Católica, obligatoria a la sazón. El padre de
Narem fue convocado por el centro para que ejerciera su derecho a que Narem no
fuera instruido en la religión “oficial” del momento. Y el padre de Narem, en
una conversación razonada con el director del Centro, declinó su derecho. El padre
de Narem era hinduista, lo mismo que Gandhi. Gandhi decía que todas las
religiones son iguales, y que la verdadera religión era la verdad y la rectitud.
Por eso él decía que permanecía fiel al
hinduismo y no necesitaba cambiar a otra
religión, porque la otra, en esencia, era la misma. El padre de Narem, sin él
saberlo, para mis doce años, fue un
destello de tolerancia y de sabiduría y me abrió el deseo de conocer más sobre
el hinduismo y Gandhi. Y tal vez por él me parece tan importante, pese a mi
agnosticismo, que los niños y las niñas, sea cual sea la religión, se formen en
los principios básicos de la religión de sus ancestros. Porque lo que yo
quiero, lo que la sociedad demanda, es que la escuela, y la sociedad toda, forme
personas íntegras y buenos ciudadanos, que eduque para la vida plena de cada
uno y de todos, y que lo haga conforme a su dignidad de persona y a las
necesidades del mundo de hoy. Y es que para eso hace falta, cada vez más falta,
el concurso de toda la tribu, pero también de aquellas instituciones que tienen
en sus manos la formación de los ciudadanos. Y en cuantos más ámbitos mejor.
Por eso me pareció un disparate la supresión
de la formación de la ciudadanía, y me parece un disparate restar tiempo a la
formación en valores, que es lo que en síntesis venía a hacer el área suprimida
y hace, en la actualidad, la formación religiosa. Más ética, más valores y más
formación integral. Si es ambas, formación religiosa y formación ciudadana,
mejor que mejor. Lo que abunda no daña. Porque al final, lo que interesa es
desarrollar en los educandos los valores de libertad, bien, verdad, paz, solidaridad,
tolerancia, igualdad y justicia. Ayudar a los alumnos y a las alumnas a ser capaces
de elaborar, por decisión existencial, su propio proyecto de vida, como ciudadanos
responsables, protagonistas críticos, creadores y transformadores de la
sociedad, a través del amor, el conocimiento y el trabajo. Y para eso, repito,
es necesaria toda la tribu y es necesario que conozcan todos los modelos. Porque
si no, no estarían en disposición de poder elegir. Y al final, eso es la vida:
una sucesión de elecciones. Para las que hay que estar informados y formados. Por
ello, desde mi agnosticismo, me declaro defensora del espacio educativo de Formación
Religiosa.
1 comentario:
Cordial saludo
Respetuosamente pongo a su disposición la siguiente información que nos puede ayudar a nuestro desarrollo espiritual y conocer una gran enseñanza. ”Un ser humano que sigue la verdad no conoce ningún prejuicio, pues una opinión preconcebida obstruye la búsqueda, el descubrimiento y la honestidad misma”.
Esta enseñanza, está aquí: es.figu.org y en el Talmud de Jmmanuel http://el-talmud-de-jmmanuel.blogspot.com/
Este Talmud son las verdaderas escrituras del Galileo y tiene mucha relación con la página de FIGU. Es importante leer el epílogo y explicación del Talmud
http://es.figu.org/ensenanza_del_espiritu/la_ensenanza_del_espiritu
Esta invitación la realizo por iniciativa propia, ya que la FIGU dentro de sus lineamientos está el no misionar.
Puedes investigar y compartir esta información.
Si no la estudias ahora, guárdala, la vas a necesitar más tarde. Compártela.
Muchas gracias
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