Lamentable el espectáculo del pleno de hoy. Pensamos que la
época de los puñetazos en la mesa había acabado, pero nuestra sorpresa fue que
el concejal más joven se comportó como un dictadorzuelo de tres al cuarto y
puñeteó la mesa del plenario repetidas veces, usando un tuteo ofensivo dirigido
a nosotros, sus adversarios políticos, que no sus enemigos. Lo peor no es que lo hiciera. Lo peor es que
lo que podría ser una excusa en el pasado (trasunto de una educación
dictatorial) para una persona de más edad, ahora no puede ser disculpa para
alguien tan joven, el más joven de la corporación.
Señor concejal, en una
controversia, una persona educada puede -claro está- mantener sus posiciones
iniciales contra su oponente, pero intentando explicar sus razones y, sobre
todo, lamentando no poder coincidir con
el contrario, aplicando el viejo aforismo que dice que siempre vale más un mal acuerdo que un buen
juicio. Sólo una persona maleducada y prepotente da puñetazos sobre la mesa y señala
ofensivamente y tutea igual de ofensivamente a su oponente. Si encima lo
insulta, aún es peor. Y peor e inaceptable es cuando ese maleducado dice
representar a los vecinos, que están muy lejos de compartir ese elevado grado
de mala educación. Es de mala educación insistir en mantener una postura
innecesaria, porque revela -en las mismas formas en que se expresa- que no sólo
es un maleducado en lo personal, sino que, como político, se comporta como un
auténtico autoritario, un dictadorzuelo en el área que desgraciadamente lleva y
de la que así abusa ese 'servidor' (¡!) público. Lo peor fue cuando, en el
colmo de la falta de respeto, calificó a la Directora General, doña Georgina
Molina Jorge, a quien desde aquí trasladamos nuestras disculpas en nombre del
pueblo de SJR, de "la Georgina".
Hace tiempo que me preocupa lo
que se viene dando en llamar la crisis de educación y autoridad. Por eso reivindico
continuamente la educación y la buena crianza. Pero discrepo de que tengamos
una crisis colectiva de autoridad. Lo que pasa es que hay quien no sabe estar a
la altura de lo que representa, como le pasa a este muchacho, y lo que le pasa
es que tiene un empacho de autoritarismo y de poder y un déficit de buena
crianza y de buena educación. En realidad, le pasa lo que a los niños pequeños:
poca tolerancia a la frustración. Se había montado un espectáculo estelar y se
le estropeó porque la solución llegó antes de lo esperado, y no precisamente de
su mano. Y perdió los estribos. Por eso dejó ver su auténtico rostro: faltó al
respeto a los presentes y a los ausentes, gritó, acusó con el dedo, pegó
puñetazos, insultó, intentó desacreditar… Su intervención en el pleno, bien
adobada de autoritarismo más propio de épocas que creíamos que afortunadamente
habían pasado, nos hace exclamar “¡qué miedito!”
Pero como no puedo dejar de ser
docente, quiero terminar este post recordándole al joven concejal que ser autoridad
no es ser autoritario y que en el ejercicio de la autoridad es distinto la
potestas de la autoritas. La potestas es el mero ejercicio del poder, no
siempre legítimamente obtenido, y es en lo que basó él su intervención de hoy.
En la potestas cabe todo eso que hizo que su intervención de hoy pueda ser
calificada como la propia de un dictadorzuelo. La autoritas, por el contrario,
es la autoridad emanada de la razón y el conocimiento, de quien ejerce el
gobierno y no el mando. Y esta última, estimado compañero de corporación, hay
que ganarla. No precisamente a puñetazos.
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