Hoy comí higos de postre. Los
higos, aparte de que son exquisitos (el turrón del pobre, lo llaman, por su
alto contenido calórico, por lo que hay que ser moderado en su consumo) son
altamente beneficiosos para la salud por su alto contenido en nutrientes, entre
los que destaca su alto contenido en fibra, en vitaminas y en minerales, así
como en antioxidantes. Además, los higos tienen interesantes propiedades
medicinales. Por ejemplo, tienen poder expectorante, ya que contienen
propiedades que ayudan a limpiar los pulmones. Hojas de la higuera y sus frutos
son muy recomendables cuando padecemos afecciones respiratorias como
bronquitis, catarros, mucosidad excesiva… También tienen un interesante poder
laxante, por lo que es muy recomendable comerlos
cuando se tienen problemas de estreñimiento o estomacales, porque son buenos
aliados para recuperar el tránsito intestinal y evitar los problemas derivados
de su mal funcionamiento. También se le adjudican propiedades antirreumáticas, lo
que es interesante para personas que tengan
esta enfermedad o antecedentes, como preventivo, así como aquellas que
practican mucho deporte y someten a sus articulaciones a un desgaste elevado.
Son un alimento fácilmente digerible,
que además de asimilarse con mucha rapidez hace que nuestro estómago esté
protegido, evitando así la aparición de desajustes gástricos y estomacales como
la acidez, el reflujo… Comer este alimento nos ayudará a mejorar las
digestiones y con ello el estado general del organismo.
Por todo lo anterior, porque es una fruta bíblica, profusamente citada en las Sagradas Escrituras, o por lo que voy a explicar a continuación, o por las tres cosas, los higos es la fruta preferida por una rama de mi familia. Mi padre, cualquiera de mis tíos y tías y yo misma damos lo que sea por unos higos fresquitos de temporada. La higuera era casi un tótem para mi padre, lo que tenía que ver con la reverencia que nuestros ancestros tenían por esta fuente fundamental del sustento diario. En verano higos frescos, y no como postre, sino pasados por gofio como ayanto, y en invierno higos pasados, los higos formaban parte de la alimentación cotidiana de nuestros antepasados. De ahí que una higuera valiera casi tanto como el terreno circundante. Mi padre heredó de sus padres unas higueras en el Remate, en la zona donde hoy se levanta el Instituto de La Guancha, y eran tan valiosas las higueras como las huertas. Por eso para él cortar una higuera era un crimen. Yo lo ví llorar cuando una higuera fue cortada en otra huerta familiar. Por eso, cuando veo higos, cuando como higos, cuando hablo de higos es casi como hablar de algo sagrado. Como si fuera una fruta bíblica, que lo es. Por eso, ¡¡¡Vivan los higos!!!!
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