domingo, 18 de enero de 2015

EL NORTE FELIZ QUIERE TENER CAMISA Y LE TOCA POR JUSTICIA



Me ha sorprendido la encuesta realizada y recién presentada por el Cabildo sobre los sentimientos de los ciudadanos y ciudadanas de Tenerife. Y me llama poderosamente la atención que se destaque que en el Norte se respira más felicidad que en el resto de la isla. Y no supe si regocijarme o enfadarme. La verdad es que no acierto a entender el por qué. Como profesora de Estadística, creo que el quid está en la pregunta y en la muestra. Desconociendo la primera, y viendo la limitación de la segunda, creo que sobran las valoraciones excátedra y es una falacia las generalizaciones de la prensa. Porque no creo que las `personas que vivimos en el norte, sobre todo en el alejado noroeste tengamos razones para ser más felices que el rest de tinerfeños y tinerfeñas. Desde luego, no es para alegrarse ni para ser feliz tener mayor índice de desempleo que el resto de la isla. Tampoco es para alegrarse ni para ser feliz que las comunicaciones por carretera sigan siendo tan precarias y que las colas de horas punta nos hagan estar más alejados en tiempo que lo que realmente estamos en distancia. No es para alegrarse ni ser feliz el largo itinerario sanitario de los enfermos antes de ser atendidos u hospitalizados. No es para alegrarse ni ser feliz el abandono de la agricultura, que podría ser una importante alternativa económica en épocas de crisis, sobre todo si el ansiado regadío fuera una realidad y si el plan de Balsas estuviera a pleno rendimiento, cosas tan lejanas que poco felices ni alegres permiten que seamos. No es para alegrarse ni para ser feliz que el Puerto de la Cruz, que fue uno de los motores económicos del Norte, languidezca sin remedio. Tampoco es para alegrarse ni para ser feliz que no se haya buscado alternativa turística al turismo convencional, en una zona que tiene tanto que ofrecer. No es para alegrarse ni para ser feliz, por cierto,  que una demanda básica de las empresas para instalarse, la banda ancha de las comunicaciones, esté tan lejana, siendo como es que internet rural no satisface ni las demandas de un estudiante para hacer sus trabajos. No es para alegrarse ni para estar feliz. Leon Tolstoi, en su excelente y moralizante cuento “la camisa del hombre feliz” relató como a un rey triste y enfermo  su médico le recetó que se pusiera la camisa de un hombre feliz. Tras una ardua búsqueda, los cortesanos encontraron a un hombre feliz, llevándose la sorpresa de que ese hombre no tenía camisa. Lo cierto es que el norte lleva sin camisa hace mucho tiempo, con políticos que han perdido el norte con sus decisiones. Y ahora, desde este frío norte de enero de 2015, yo reclamo para el norte la camisa. Porque el norte feliz, de verdad, yo creo que no sólo quiere, sino que ya le toca por justicia tener camisa.


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