viernes, 5 de enero de 2018

SAN JUAN DE LA RAMBLA ES SU JUVENTUD

En tiempos convulsos, hay que buscar elementos de consenso y no de conflicto. Por el bien del pueblo y su gente. Banderas que unan, y que suelen ir de la mano de las obras. Obras son amores, y no buenas razones, dice el refrán. Y dice bien. Obras como símbolo de unión, tolerancia y armonía, en un pueblo donde se usaron para dividir, cosa que nadie quiere que vuelva a ocurrir. Somos todos distintos, pero debemos convivir y coincidir en lo bueno para el pueblo. Como los instrumentos, que conviven en una orquesta de forma armónica. Esa convivencia en paz es la que garantiza al pueblo su libertad. Esa paz es una reivindicación del pueblo que los socialistas hemos hecho propia, y permite no solo progresar sino convivir recreándose en la cultura que nos une, la que nos permite convivir y disfrutar juntos, como ha pasado estos días.
Ese el el objetivo, en realidad: romper las fronteras que se fueron creando y propiciar, en cada decisión y en cada actuación, popular o institucional.
No hay una forma única de entender SJR. Todas son válidas, si son constructivas. Las que no valen son las q destruyen. No pasa nada si las propuestas vienen acompañadas de la especie de remolino o terremoto que supone la juventud. Sin embargo, lo que no se entiende es que esa pasión juvenil se acompañe de agresiones o faltas de respeto, cuando no de odio y rencor. 
    Los jóvenes, que duda cabe, son una fuerza transformadora. Pero se espera que su espíritu explosivo y su vehemencia se acompañe de la escucha y el respeto. Se espera que ayuden a superar, desde su formación, un mundo de intolerancia y caótico con un comportamiento humanista. Humanismo, escucha y respeto son los actos que ayudan a cambiar al mundo, porque son actos que unen a los distintos actores de nuestro espacio público  sin necesidad de palabras. Personas distintas, con distintas creencias y procedencia, que se unen para lograr lo mejor para su pueblo. 
    Y es eso lo que se espera de los actores políticos, sobre todo de los jóvenes. Que piensen como constructores del pueblo en el que van a vivir, y no como soldados de fortuna de escaramuzas temporales que no llegan a ninguna parte. Si hacen lo primero, tendrán en si mismos el premio. Si no, también sufrirán las cobsecuencias. Lo malo es que arrastren con ellos al pueblo. Lo malo y lo perverso.



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