jueves, 25 de mayo de 2017
LOS RETOS DE PEDRO SÁNCHEZ PARA RELANZAR EL PROYECTO PSOE: PACIFICAR A SUS SEGUIDORES
LOS RETOS DE PEDRO SÁNCHEZ PARA RELANZAR EL PROYECTO PSOE: PACIFICAR A SUS SEGUIDORES
De todos es conocido que seguí a Pedro Sánchez hasta finales de verano pasado, siendo miembro activo de su equipo de campaña. Tras el 26 J, aquel equipo devino en un grupo transmisor de odio e inquina contra una parte del partido. Como quiera que ese no es el Socialismo en que creo, tras advertir muchas veces sin éxito que ese no era el camino, dejé de apoyarlo. Tiempo después apoyé a Susana Díaz, porque su mensaje era exactamente el contrario. Cierto que alguna persona aislada se extralimitó. Pero la diferencia es que, en el caso del Secretario General electo fueron miles los que lo hicieron, con equipos orquestados y sin ninguna petición de perdón hasta la fecha. Muchas veces pregunté qué pasaría el día después y quien transformaría los mensajes de odio en mensajes de fraternidad. Ya ha pasado con creces el día después y, aún, siguen los insultos y las descalificaciones en las redes, sin que haya una voz contundente que haga algo por reponer la concordia perdida. Incluso siguen calificando de traidores a personas con nombre y apellidos, entre las que se encuentra quien nos prestigió y hoy está en el paraíso de los socialistas buenos. Y no es un tema de simple buena crianza, sino que estamos obligados. El artículo 15 de nuestros Estatutos nos obliga. No hay nada que hacer mientras esa obligada concordia no se consiga. Pero para ello hay que quitarles a los corsos la patente de ídem.
He recordado estos días una anécdota que tenía olvidada. En los años sesenta de la dictadura, los guindillas locales de Santa Cruz tenían una auténtica cruzada contra la mendicidad. Cerca de la venta de mi padre tuvo lugar un peculiar rifirrafe: un policía local pretendía llevarse a una mujer que pedía, y ella se revolvía contra él gritándole que cuando la guerra pedía para la Falange de Franco y que ahora se había ganado el derecho de pedir para sí misma. Pues eso. Los que han destilado el odio contra los compañeros, con la anuencia de su jefe político, supuestamente para defenderlo, ahora pueden reivindicar seguir haciéndolo como personal desahogo. Y eso, lamentablemente, nos llevará al desastre.
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