Ese mal representante de los buenos portuenses que tenemos en Las Rosas le gritó al alcalde, cuando yo le pedí que no me gritara: "¡Grite usted, que para eso es el alcalde!".
Pues no. Precisamente el alcalde, por el hecho de serlo, ha de demostrar mejor talante que cualquiera. Cosa que no ocurre.
Gritando mucho no se tiene más razón, sino más pulmones. Y no soy yo quien va a competir con los pulmones del alcalde. Faltaría más. Pero sí que compito, y con ganancia, en razones, en mesura y en educación. Desgraciadamente para este municipio, en las tres cosas anda cojo el señor alcalde.
Como decía Goethe: "Es fácil temer, pero penoso; respetar es difícil, pero más dulce”.
La sana convivencia con los demás es una fuente de salud física y emocional, y uno de los placeres más agradables que nos ofrece la vida. Pero cuando se quiere tener siempre la razón, esa fuente de agua pura se ensucia y todo lo echa a perder. Y eso ocurre cuando se ejerce el poder omnímodo durante mucho tiempo. Se olvida el escuchar.
No es posible una armoniosa convivencia humana si se persiste en la actitud de querer tener siempre la razón. La saludable convivencia solamente puede darse cuando se tiene la capacidad de escuchar al otro, y que él también nos escuche, y que reine un clima de respeto mutuo. En todas las relaciones interpersonales, es absolutamente normal que surjan discrepancias; la conformación permanente de criterios sería sospechosa. Todos somos distintos, y lo normal es que nuestro criterio a veces discrepe del otro. Pero el problema no radica en esta diferencia de criterios, sino en la incapacidad para comprender el “punto de vista del otro”. Si somos capaces de comprender, de escuchar, de llegar a consensos, nos resultará más sencillo poder llegar a un buen entendimiento con los demás.
Desde el poder ejercido como dictadura, desvirtuado y corrompido con el paso de los años se quiere tener la razón, la única razón, y si no se la dan, la exigen de manera irracional, la reclaman con dureza, o, como en Las Rosas, se retiran heridos y resentidos. El problema radica en la “Intransigencia”. La intransigencia consiste en querer mantener la propia opinión a toda costa, tengan o no razón; son intransigentes porque se resisten a cambiar de opinión, persisten obstinadamente en sus erróneas ideas con severidad y obstinación. Son intransigentes porque, a falta de argumentos sólidos, elevan el volumen de la voz, se irritan, y hacen gestos de todo tipo, rechazando la opinión de los otros, aunque abunden en soluciones buenas para el pueblo. Y en cuanto más persisten en gritar y enfurecerse, más creen tener la razón, por lo que se cierran por completo a los puntos de vista del otro.
La sana convivencia con los demás es una fuente de salud física y emocional, y uno de los placeres más agradables que nos ofrece la vida. Pero cuando se quiere tener siempre la razón, esa fuente de agua pura se ensucia y todo lo echa a perder. Y eso ocurre cuando se ejerce el poder omnímodo durante mucho tiempo. Se olvida el escuchar.
No es posible una armoniosa convivencia humana si se persiste en la actitud de querer tener siempre la razón. La saludable convivencia solamente puede darse cuando se tiene la capacidad de escuchar al otro, y que él también nos escuche, y que reine un clima de respeto mutuo. En todas las relaciones interpersonales, es absolutamente normal que surjan discrepancias; la conformación permanente de criterios sería sospechosa. Todos somos distintos, y lo normal es que nuestro criterio a veces discrepe del otro. Pero el problema no radica en esta diferencia de criterios, sino en la incapacidad para comprender el “punto de vista del otro”. Si somos capaces de comprender, de escuchar, de llegar a consensos, nos resultará más sencillo poder llegar a un buen entendimiento con los demás.
Desde el poder ejercido como dictadura, desvirtuado y corrompido con el paso de los años se quiere tener la razón, la única razón, y si no se la dan, la exigen de manera irracional, la reclaman con dureza, o, como en Las Rosas, se retiran heridos y resentidos. El problema radica en la “Intransigencia”. La intransigencia consiste en querer mantener la propia opinión a toda costa, tengan o no razón; son intransigentes porque se resisten a cambiar de opinión, persisten obstinadamente en sus erróneas ideas con severidad y obstinación. Son intransigentes porque, a falta de argumentos sólidos, elevan el volumen de la voz, se irritan, y hacen gestos de todo tipo, rechazando la opinión de los otros, aunque abunden en soluciones buenas para el pueblo. Y en cuanto más persisten en gritar y enfurecerse, más creen tener la razón, por lo que se cierran por completo a los puntos de vista del otro.
El que siempre quiere tener la razón es un mal compañero de trabajo y, aún más, un mal jefe. Ante la menor discrepancia del otro, se enoja, insulta, o simplemente se retira con enfado. Cuando una persona asume esta actitud, lo más probable es que esa persona llegue a ser temida por sus compañeros de trabajo o sus subordinados, pero muy difícilmente será respetada, y mucho menos, amada.
Critilo nos dice que no hay que confundir a la persona con un carácter fuerte o muy fuerte, con aquella persona que tiene “mal carácter”. De hecho, las personas con un carácter fuerte, son muy proclives a la conciliación y al buen entendimiento con los demás. En cambio, el de “mal carácter”, carece siempre de “carácter fuerte”. El de mal carácter se mueve como una hoja sacudida por el más ligero viento.
El mal carácter se revela por la testarudez, la obstinación, el enojo frecuente y sin causa, y una palmaria incomprensión hacia los demás.
Yo les invitaría, a este grupo de desgobernantes, a hacerse el propósito de enmendar su irracional exigencia de querer tener siempre la razón. Esta actitud no denota firmeza ni carácter, sino todo lo contrario. Si en serio se propusieran cambiar de conducta, mejorarian enormemente las relaciones con los empleados municipales, los vecinos y con nosotros, la que podría ser en ese caso "leal oposición". Todos nos beneficiaríamos de ello, y ellos los primeros. Pero me temo que, como en el viejo chiste del señor con su mulo, seguirán erre que erre haciendo alarde de fuerza, y como el dueño del mulo, volverán a gritar, dando golpes y haciendo el bruto: "A razones me ganarás, pero a bruto te jodes conmigo".
Critilo nos dice que no hay que confundir a la persona con un carácter fuerte o muy fuerte, con aquella persona que tiene “mal carácter”. De hecho, las personas con un carácter fuerte, son muy proclives a la conciliación y al buen entendimiento con los demás. En cambio, el de “mal carácter”, carece siempre de “carácter fuerte”. El de mal carácter se mueve como una hoja sacudida por el más ligero viento.
El mal carácter se revela por la testarudez, la obstinación, el enojo frecuente y sin causa, y una palmaria incomprensión hacia los demás.
Yo les invitaría, a este grupo de desgobernantes, a hacerse el propósito de enmendar su irracional exigencia de querer tener siempre la razón. Esta actitud no denota firmeza ni carácter, sino todo lo contrario. Si en serio se propusieran cambiar de conducta, mejorarian enormemente las relaciones con los empleados municipales, los vecinos y con nosotros, la que podría ser en ese caso "leal oposición". Todos nos beneficiaríamos de ello, y ellos los primeros. Pero me temo que, como en el viejo chiste del señor con su mulo, seguirán erre que erre haciendo alarde de fuerza, y como el dueño del mulo, volverán a gritar, dando golpes y haciendo el bruto: "A razones me ganarás, pero a bruto te jodes conmigo".
9 comentarios:
Je,Je muy bueno el final. Así es, creo que no va a haber vuelta de hoja con estos obstinados. Pero el que la sigue la consigue. Y usted pa,lante Doña Fidela que a falta de burros y dando palos de ciegos se quedarán en una danza sin música y sin músicos que los mantengan... al tiempo.Cada vez somos más los que la apoyamos y cada vez son más los que ven de distinta manera el actuar de estos malcriados que lo que han hecho es pretender amedrentar a los vecinos con malos gestos y vociferando.
"Si se calla el cantor calla la vida..." no lo olvidemos.
Manolín,Manolín que se te está viendo el culetín.
lo de las rosas estaba preparao con el hermano de vitoriano y todo. lo habían ensayao ya.
Gritar no es sinónimo de tener más razón. No gritar, sencillamente, demuestra educación y donosura. Algo de lo que ni don Manuel ni Salvador van precisamente sobrados.
no entiendo el comienzo ¿de los buenos portuenses?
Sí. he dicho mal representante de los buenos portuenses, porque los portuenses, como toda la gente de nuestra tierra, son gente noble, salvo excepciones. Este personaje es una excepción, y lamentablemente nos ha tocado como vecino. Por eso digo mal representante de los buenos portuenses. Ni ellos se merecen que ese personaje proceda del Puerto, ni nosotros que haya recalado en San Juan de la Rambla.
Como diría mi abuela: "a ese muchachito le hizo falta un bariscacillo a tiempo cuando era mozo y así ahora ya grandecito no sería tan malcriado e irrespetuoso".
Doña Fidela estos llevan ya 20 años de caprichudos y queriendo tener siempre la razón y por lo tanto no enmendarán nunca su sobervia y prepotencia, esto en ellos ya es enfermiso.
Ok entendido lo de portuense, sin duda alguna estoy con usted, sólo debemos ir al lugar de donde procede el muchacho y preguntar por él, que ni chiquitas historias le van a contar.
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