Una de las frases que más me ha
impactado y hecho reflexionar es la que leí, hace años, en El Laberinto Español
de Gerald Brenan, que reproducía, a su vez, una del mariscal von Bismarck: “España”,
decía, “es una nación tan fuerte que lleva siglos tratando de autodestruirse y
no lo consigue. Si acabaran esos intentos de autodestrucción, volvería a ser el
país más importante del mundo”. Esta frase fue citada por Alfonso Guerra en el
acto conmemorativo de los 40 años de Suresnes. El público, en pie, lo ovacionó
y casi no pudo acabar la cita. Esta frase me ha rondado por la cabeza estos
días, cuando he pasado del dolor y la consternación por el atentado de Barcelona,
al estupor al comprobar como, una vez más, insistimos en autodestruirnos, con
tal fervor que es casi milagroso que no lo logremos. Seguramente Santiago y la
Virgen del Pilar se han empeñado en hacer una vez y otra vez milagros
sucesivos, para salvarnos de nuestro empeño en desaparecer y hacer desaparecer
a este país. Desde los comportamientos vergonzosamente partidarios en la
gestión del atentado, lo que ha dado lugar a situaciones esperpénticamente desastrosas,
a las discusiones bizantinas sobre competencias o formas, que no fondos de las
intervenciones, a las invectivas de unos y otros sobre quién es más integrista
o más progresista, quien más solidario o quien más valiente, competente o
autosuficiente, pasando por los reproches por el uso de una u otra bandera, una
u otra lengua, una u otra presencia, asistimos a una ceremonia vergonzosa que
olvida lo más importante: garantizar la seguridad de los ciudadanos, respetar
su dolor y privacidad, curar a los
heridos y dar piadosa sepultura a los muertos. Todo lo demás, vanidad de
vanidades, sobra en estos momentos. Sobra, avergüenza y hace que nos
preguntemos hacia dónde vamos y qué queremos hacer con este país antiguo, que
no ha logrado destruirse a sí mismo, pero que en esta ocasión, como casi
siempre en todas las ocasiones de los últimos tiempos, nos lo están dejando
hecho jirones. Es decir, cada vez más lejos de regresar a los tiempos gloriosos
de un país que fue grande. Fue, pero no es ni parece que vuelva a ser.
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