Me gustaría contar algunas cosas
que he aprendido y me han servido a lo largo de muchos años. Lo primero es que mi
experiencia es que frente a la tristeza, el mejor antídoto es la ocupación. Es
mejor la compañía de un buen amigo, o mejor, ocuparnos de su bienestar, que un
fármaco. La tristeza no es la expresión de que nadie nos quiera, o del a
desaparición de alguien a quien hemos querido, sino el impacto negativo de no
quererse uno mismo; la tristeza es el resultado de la falta de mesura de
nuestra relación con el objeto de amor que falta o de querernos a nosotros
mismos y no la falta de ese objeto o del cariño de los demás. Estamos tristes y
sin ganas de hablar porque no llegamos a entablar un diálogo interior en que
medimos los grandes beneficios mutuos de ese amor perdido, cuando el objeto
amoroso estaba y centramos nuestra atención solo en la pérdida, cuando la
realidad es que el resultado del amor anterior a la pérdida es infinitamente
mejor y más creador. Pensamos que los demás no comprenden lo que nos pasa por
dentro, no entienden nada de lo que queremos decir; no valoramos que esas
personas nos quieren tanto como para pretender que también nos queramos
nosotros o que les miremos a ellos que siguen ahí.
He descubierto que el origen de
nuestra tristeza no es sólo la ausencia del ser querido sino el no
reconocimiento de cuánto tenemos de esa persona que no está, por lo que querernos
a nosotros mismos es el mejor homenaje que le podemos dar a quien se ha
marchado. No querernos, despreciarnos es un sentimiento autodestructivo que esa persona
que no está nos e merece, porque sigue viviendo en nosotros. Y es precisamente
porque esas personas que siguen viviendo en nosotros, fueron víctimas, muchas
veces sin saberlo, de una educación errónea, austera, cuando era casi mal visto
expresar sentimiento y afecto; en definitiva, estaba mal ser felices. Adultos
que fueron niños de infancias trágicas, adolescencias tristes, con muchos
miedos, inseguridades y vergüenza, en ambientes pequeños y con la mentalidad
estrecha de la época. Sin embargo, y a pesar de ello, y sobre todo por ello,
les debemos ser lo que les costó tanto ser: ser felices, porque todos (sobre
todo ellos, que tantas penurias pasaron) nacemos para ser felices y para luchar
para encauzar nuestra vida y, sobre todo, ocuparla para ayudar lo más posible a
los demás. Ya sé que no es fácil, partiendo de una base tan poco sólida, conseguir
ser una persona razonablemente feliz y optimista. Pero hay que mirar hacia
delante y pensar que cualquier tiempo
pasado fue peor. A fin de cuentas, como afirmaban los Beatles, todo se resume
en una palabra: amor. Amor incluso por nosotros mismos, y sobre todo cuando las
ausencias nos laceran. Amor.
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