jueves, 3 de enero de 2013

ADIÓS, TRISTEZA. EL OBJETO PERDIDO ESTÁ EN MÍ


Me gustaría contar algunas cosas que he aprendido y me han servido a lo largo de muchos años. Lo primero es que mi experiencia es que frente a la tristeza, el mejor antídoto es la ocupación. Es mejor la compañía de un buen amigo, o mejor, ocuparnos de su bienestar, que un fármaco. La tristeza no es la expresión de que nadie nos quiera, o del a desaparición de alguien a quien hemos querido, sino el impacto negativo de no quererse uno mismo; la tristeza es el resultado de la falta de mesura de nuestra relación con el objeto de amor que falta o de querernos a nosotros mismos y no la falta de ese objeto o del cariño de los demás. Estamos tristes y sin ganas de hablar porque no llegamos a entablar un diálogo interior en que medimos los grandes beneficios mutuos de ese amor perdido, cuando el objeto amoroso estaba y centramos nuestra atención solo en la pérdida, cuando la realidad es que el resultado del amor anterior a la pérdida es infinitamente mejor y más creador. Pensamos que los demás no comprenden lo que nos pasa por dentro, no entienden nada de lo que queremos decir; no valoramos que esas personas nos quieren tanto como para pretender que también nos queramos nosotros o que les miremos a ellos que siguen ahí.
He descubierto que el origen de nuestra tristeza no es sólo la ausencia del ser querido sino el no reconocimiento de cuánto tenemos de esa persona que no está, por lo que querernos a nosotros mismos es el mejor homenaje que le podemos dar a quien se ha marchado. No querernos, despreciarnos es un  sentimiento autodestructivo que esa persona que no está nos e merece, porque sigue viviendo en nosotros. Y es precisamente porque esas personas que siguen viviendo en nosotros, fueron víctimas, muchas veces sin saberlo, de una educación errónea, austera, cuando era casi mal visto expresar sentimiento y afecto; en definitiva, estaba mal ser felices. Adultos que fueron niños de infancias trágicas, adolescencias tristes, con muchos miedos, inseguridades y vergüenza, en ambientes pequeños y con la mentalidad estrecha de la época. Sin embargo, y a pesar de ello, y sobre todo por ello, les debemos ser lo que les costó tanto ser: ser felices, porque todos (sobre todo ellos, que tantas penurias pasaron) nacemos para ser felices y para luchar para encauzar nuestra vida y, sobre todo, ocuparla para ayudar lo más posible a los demás. Ya sé que no es fácil, partiendo de una base tan poco sólida, conseguir ser una persona razonablemente feliz y optimista. Pero hay que mirar hacia delante y  pensar que cualquier tiempo pasado fue peor. A fin de cuentas, como afirmaban los Beatles, todo se resume en una palabra: amor. Amor incluso por nosotros mismos, y sobre todo cuando las ausencias nos laceran. Amor.

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