sábado, 15 de noviembre de 2014

TODOS LOS POLITICOS SOMOS PARTIDISTAS, PERO POCOS TENEMOS PROYECTOS DE FUTURO

Se presenta muy interesante el panorama político municipal de la mano del desembarco en la arena política PARTIDISTA de nuevas formaciones, procedentes del activismo político, los unos desgajados de otros partidos con los que participaron en elecciones precedentes  y otros de la defensa y práctica de la abstención como resultado de la discusión crítica del sistema de la mano de los efectos del 15 M en las últimas elecciones. Es una buena noticia la incorporación al sistema electoral y a la competición política formal de candidaturas que, en lugar de reflexionar rigurosamente sobre el municipio, su pasado, presente y futuro se “escapan” fuera de nuestras fronteras naturales en la arena del debate político, bien por ignorancia de lo que aquí ocurre o por la teoría de ET: se presentan aquí, pero su interés es allá, y siempre acaban diciendo “mi casa, teléfono” porque desearían que el debate fuera de allá. Pero es bueno que estén, dado que en SJR, donde la participación siempre ha sido altísima en las locales, en 2011 el efecto 15 M hizo disminuir ligeramente el voto.
Desde el punto de vista de la teoría de partidos hay que seguir muy de cerca la evolución de estas formaciones. Unas harán suyas nuevas siglas, en un baile que nos tiene mareados a los rambleros y las rambleras, que nunca sabemos exactamente qué piensa o qué defiende, en función de unas adscripciones u otras, los que ya han pasado por varios partidos distintos. Alguna otra bebió del Movimiento 15M ideas que renegaban de los liderazgos y el partidismo y apostaban por la horizontalidad anónima. No obstante, ya no hay horizontalidad, eligen a su líder y, aunque siguen diciendo que son apóstoles del no partidismo, se integran en un partido al uso. La hostilidad con el sistema no les impide entrar por el aro del sistema. Son hostiles con los logros del propio sistema, se niegan a valorar de forma distinta a qué formaciones han logrado los avances sociales, los minusvaloran como si eso fuera regalado, y se muestran muy críticas con la forma de funcionar de los partidos que, mal que bien, pilotaron la Transición y algunos de los mejores años de la Historia reciente de España. Y sin embargo, sus primeros pasos han estado marcados por el hiperliderazgo de sus dirigentes, el coqueteo descarado con los medios de comunicación tradicionales y con el partido que podría denominarse casta local (no, no es el PSOE)  y muestran  una cierta improvisación a la hora de organizarse internamente. Por eso recurren a una supraorganización, que los arropa y donde terminan por integrarse: un partido político. Es decir, que en su primera definición ya mienten: no son no partidistas, forman parte de un partido.

Decía un veterano socialista que en una organización política la existencia de estatutos era la mejor garantía para las minorías y para los críticos. Poco o nada se sabe de los estatutos de estos nuevos partidos políticos, que de la nada quieren competir en buena lid en las elecciones con partidos de historia más que centenaria. Su presencia ha despertado mucha expectación, y han movilizado, como ya dije, algunos votos que suponían la abstención producto del hastío. Pero todas esas expectativas han de cumplirse. La transparencia, la ejemplaridad y la participación que predican deben ser, so pena de caer en contradicciones como con lo de “no partidistas”, un imperativo interno y externo. Sus integrantes y candidatos van a someterse al mismo escrutinio y a la misma crítica feroz al que nos llevamos enfrentando durante muchos años los miembros de otros partidos políticos. También a la difamación gratuita, al descrédito interesado. Tendrán que trabajar a favor de los ciudadanos, predicar con el ejemplo, ser coherentes y rendir cuentas. Sin duda, un reto fenomenal para formaciones sin trayectoria, cargadas de voluntarismo, y que tienen sobre sus espaldas la gran responsabilidad de estar a la altura de lo que esperan de ellas sus posibles votantes. Ojalá traigan lo que prometen, y no ese populismo tan previsible y tan agradable al oído escéptico de una sociedad desencantada. Estamos “en el mismo barco”. Todo lo que sea dignificar la política, representar con honestidad a los ciudadanos y trabajar por el bienestar colectivo forma parte de ese frente común de la izquierda que no siempre se ha mantenido unido. Los próximos meses serán decisivos para valorar la fortaleza de sus convicciones y la veracidad de sus mensajes. Yo les pediría que analizaran más sus mensajes y sus definiciones. Demasiados errores en pocas intervenciones públicas nos hace dudar del rigor y la profunda elaboración de las propuestas. Pero en tiempos de injusticia, todas las manos son pocas. La muralla cada día se tambalea más. A ver que dan de sí.

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