lunes, 25 de septiembre de 2017

MI PSOE: LA CUESTIÓN CATALANA, LA DECLARACIÓN DE GRANADA Y LA GRAN OPORTUNIDAD PERDIDA

MI PSOE: LA CUESTIÓN CATALANA, LA DECLARACIÓN DE GRANADA Y LA GRAN OPORTUNIDAD PERDIDA
Tengo que comenzar diciendo que mi Secretario General ha tenido momentos estelares de liderazgo que admiro profundamente. Uno de ellos fue el paso adelante para subsanar la gran cobardía de Rajoy tras los resultados de las elecciones generales de 2015. Un líder natural, pensé entonces, y lo corroboro. No contaba entonces con la falta de altura política de Pablo Manuel Iglesias, que hizo que fuera imposible otra cosa que unas nuevas elecciones generales. Ombliguismo, ambición y falta de altura política del nuevo líder de la nueva y defraudante izquierda. Después, y sobre todo tras la segunda convocatoria de generales, ese liderazgo institucional y público devino en liderar escaramuzas internas que poco aportaba, y aporta, a lo esperado en un futuro presidente de gobierno. No doy datos, pero eso me hizo apartarme de un modelo que no respondía, ni responde, a las necesidades del país y al mayor problema con el que se enfrenta, quizá, de toda la historia de la democracia reciente.  
Hace tiempo que la tristeza y la decepción me ha impedido reflexionar en público.  Pero ahora, unos días antes del 1-O y, sobre todo, del 2-O, quiero expresar públicamente lo que pienso sobre nuestro papel, el papel que desearía que cumpliera mi Secretario General, el que quiero que sea el futuro presidente del gobierno de España.
Parto del patético papel que ha cumplido el gobierno de Rajoy. La inacción no resuelve problemas. Los agrava. Un teórico de la educación, Collier, acuñó una frase que dirigió siempre mi acción pedagógica, pero que sirve igualmente para la política y cualquier actividad humana en la que haya  que tomar decisiones. Decía Collier:


Esto precisamente es lo que no ha hecho Rajoy. Mala cosa y malas consecuencias. Pero echo profundamente en falta que el primer partido de la oposición y el único que ha reflexionado largamente y con tiempo sobre este problema, el PSOE, no se haya posicionado. El PSOE tiene una larga trayectoria de debate sobre el federalismo y las necesidades de cambio constitucionales (Declaración de Granada, 2013; Declaración de Barcelona, 2016), consensuadas con su homólogo de Cataluña, PSC y aceptadas por sus órgano de gobierno. Esos dos documentos, el segundo de los cuales resume el primero, debían haber sido la piedra angular para que mi Secretario General, de nuevo en ese papel valiente y de liderazgo institucional que tanto admiré tras las elecciones de 2015, pusiera sobre la mesa la necesidad del diálogo y el debate sereno interpartidario, como líder de Estado. También de puertas adentro, trasladando el conocimiento de esos documentos a la militancia, de forma que en esta refriega tuviéramos criterios sólidos. Incluso, tal vez, si enfrente hubiera habido líderes de entidad suficiente, se hubiera estado hablando ahora en otros términos.
El papel que espero de mi Secretario General no es, precisamente, la refriega interna a lo corto, sino la altura política externa a largo plazo. Menos coyuntura chiquita y más estructura amplia. No ha sido así. Y no le echo la culpa solo a mi Secretario General. Esa altura la demando de todos aquellos que lo rodean, y que hasta ahora no la han manifestado en general.

Pero aún hay tiempo. El 2-O llega. Y el PSOE sigue siendo el único partido que cuenta con una alternativa sólida, en forma de documento, para empezar un diálogo interpartidario. Las alturas institucionales, si no se tienen, se buscan. Se demandan por parte de los ciudadanos. Se están demandando. A voces. A súplicas. A fuerza. Ahí debemos estar. Invitando a compartir, desde las distintas sensibilidades, la construcción de la solución a un conflicto que ha de resolverse para empezar, de una vez, a hacer lo que nos toca a los políticos: mejorar el bienestar de toda la ciudadanía. Y ahí es donde, realmente, se nos espera.  

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